Opinión

Lo que la gripe A me dejó…

por María Delia Sebastiani

Volví de Cusco muy cansada… y agradeciendo que me quedara una semana de vacaciones para recuperarme. Pensaba, quizá sea por la altura, por las subidas y bajadas descubriendo Pizac, Machu Pichu, etc etc…. Lo cierto es que comencé a sentir mi cuerpo unos días antes de regresar. “Ya pasará” -pensaba- pero seguía sin entender…¿qué era lo que tenía que pasar?

24 horas después del regreso, mis amigos escuchaban que mi voz se apagaba mientras les comentaba por teléfono -con preocupación- que cada día podía movilizarme un poco menos y que los dolores aumentaban. No tardaron en llegar y decirme -“Esto no puede seguir, vamos a una clínica, ya!”-

Tres horas después, estaba en terapia intensiva en la Clinica 25 de Mayo. Enzimas cardíacas que no daban bien y la presunción de que algo importante estaba sucediendo. Mis hijos -alertados- regresaban de sus ocupaciones a Mar del Plata. La complicidad de todos para que mi madre no se enterara. “Prefiero que se enoje y no que se preocupe” esto para mí no tenía discusión.

Allí, mientras los médicos orientaban los estudios en busca de un diagnóstico, yo empecé a ver y sentir el amor y la entrega de enfermeros, el aliento y la voluntad para sostener a personas que estaban en situaciones críticas.

Médicos intensivistas, como el Dr. Osvaldo Elefante que sostenía mi mano con una calidez pocas veces vista, para luego ir a otra cama y hacer lo propio con otros pacientes. Sentía que mi corazón afectado por lo que -ya se sabía era “Gripe A”- estaba vigilado por la experiencia y la seriedad del Dr. Hipólito Echeverría, y controlado por los estudios que la Dra. Fernanda Martínez Salas me realizaba, alentando los avances que iba experimentando.

Claro que los infectólogos, Dres. Corral y Bobbato también fueron parte de esta cruzada contra la gripe A.

Qué bueno distinguir y reconocer los buenos profesionales que se desempeñan en Mar del Plata. Seguramente serán muchos más. Sólo, en estas líneas, cuento la experiencia que viví.

Gracias a Dios, nunca había estado internada. No sabía lo que significaba entregarse a las manos de quienes se prepararon para curarnos, o a los cuidados de enfermeros y enfermeras que entregan parte de su vida en clínicas u hospitales, con amor y respeto. Quizá, por un sueldo que no alcanza a fin de mes.

Allí conocí historias de vida. Porque mientras ellos te cuidan, también les pasan cosas. Y la mejor forma de sanar es salir de tu dolor y ver si podés -quizá con una palabra o simplemente escuchando- aliviar el dolor de otro.

¿Cuánto puedo decir sobre la gripe A?

Muy poco comparado con lo que me dejó. Puedo hablarte de los síntomas, de lo mal que me sentía. Pero lo que me dejó al irse, es inmensamente superior y positivo. Lo que me dejó es una enorme gratitud hacia quienes visibilizaron mi situación y acudieron en mi ayuda.

Es verdad. Sentí que la formación de un ferrocarril completo, me pasó por encima. Pero pude levantarme. Hoy me recupero día a día, con los cuidados de los profesionales que ayer me salvaron, a quienes se suma el Dr. Fernando Grimaldi, hoy mi médico clínico.

Cuánto tengo para agradecer a amigos “incondicionales”, a mis hijos -dos tesoros-, a mis compañeros de trabajo, que me hacen el aguante mientras me recupero. A mis superiores que mostraron su preocupación y me alentaron a cada momento. A mis oyentes que se preocuparon por la ausencia de estos días en el programa.

Cuánto tengo que agradecer a Dios, ya que esta prueba me mostró muchas cosas más, que resuenan hoy en mi alma.

A todos los que de una u otra manera me cuidaron…GRACIAS!!!

Ahora, a escuchar el cuerpo que habla, grita y clama: ¡Descansa!, ¡Bajá un cambio!, ¡Priorizate! y sobre todas las cosas: ¡Aprendé a elegir cada día, lo que te hace bien!

Prontito estaré en el aire compartiendo las mañanas de LU6, si Dios quiere.

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